nunca debería jugar de visitante pero
tú, piadosa, trajiste a tu pareja de la mano
me miró con odio
pediste comprensión, un acuerdo
no soy capaz de amar y hacer política
y entonces estalló
la ciudad cubierta de agua hasta ahogar las ventanas
cuerpos muertos que contaminan el aire
yo intentaba salvar algún niño
entre aviones enormes rozando nuestras cabezas
y un callejón que conduce a una vista hermosa de la catedral
y la plaza desierta y agorafóbica
y unas escaleras en el suelo
que conducen al infierno del vino
y timbas de póker
acosado por una mujer tan vieja
como la vida
tan huesuda como una daga
tan pálida como el adiós.
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