Ayer la noticia de la muerte del poeta chileno Gonzalo Rojas, y hoy, por sorpresa, en El País, un artículo firmado por Juan Carlos Mestre, Sueños pendientes de ser soñados, dedicado al autor de títulos como La miseria del hombre, Materia de testamento o No haya corrupción.
Las crónicas de la muerte siempre nos llevan a indagar en la persona que se fue. Es una obsesión inútil, pero tal vez reconforte rememorar lo perdido: abrir libros olvidados hasta la fecha, buscar entrevistas, recuperar anécdotas, escuchar la voz congelada en distintos dispositivos de audio…
Pero lo cierto es la ausencia, el golpe de la ausencia. No sé si todo el mundo se estremece cuando se muere un poeta… Yo sí, siempre. Aunque se trate de un ser lejano, como Gonzalo Rojas, al que nunca vi ni saludé, al que no leí lo bastante. Me pregunto si el mío es un estremecimiento compartido… o bien, una sensación neurótica de orfandad.
Gonzalo Rojas explicaba que había empezado a escribir poesía gracias a la sonoridad que le había evocado la palabra “relámpago”, pronunciada por su hermano en una tormenta. Yo pronuncio su nombre y vuelo a Chile, el país que no pisé nunca, donde nacieron mis versos de madurez de la mano ausente de Neruda… El país donde, tal vez, nací sin que nadie lo supiera.
martes, 26 de abril de 2011
Poeta de Chile: Gonzalo Rojas
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